El Día Mundial de Concientización sobre el Autismo se celebra cada 2 de abril con el objetivo de sensibilizar a la sociedad sobre el trastorno del espectro autista. Sin embargo, la forma en que se conmemora esta fecha puede variar en cada lugar. En este contexto, hoy les traigo mi experiencia y percepciones en relación a una manifestación por el Día del Autismo a la que asistí. Este 2023, mi cuñada compartió con mi esposa un flyer sobre una caminata en torno a esta conmemoración. Mis expectativas respecto a esta manifestación eran nulas, y aun así me sentí decepcionado por el resultado.
Según la invitación que recibió mi esposa, DOMUS Instituto de Autismo fue la institución que convocó a este evento. Uno de los mensajes que enviaron al respecto decía: ‘Caminemos juntos por el autismo este domingo 2 de abril a las 9:00 am en el Hotel Sheraton ubicado en Reforma. Ven con playera blanca 🥼’. A pesar de esto, el lugar se abarrotó de personas vestidas de azul. Entonces, ¿qué relación hay entre el mensaje original y lo que ocurrió en la caminata?
Este tipo de situaciones hacen que algunos autistas no nos sintamos representados por ciertas prácticas que se dan en este tipo de eventos sobre el Autismo, como el uso del color azul o la participación de organizaciones que no tienen una perspectiva adecuada sobre esta condición.
Respecto a los símbolos, es prudente adentrarnos un poco más en ellos. El símbolo del puzzle fue creado en 2007 por la organización Autism Speaks. Es un icono que ha sido usado, reconocido y asociado a nivel mundial con el autismo como una forma de “concientizar” sobre el espectro. El diseño está formado por piezas de rompecabezas que encajan entre sí, pero con una pieza de color azul faltante, lo que desde una mirada autista simboliza la complejidad e incompletitud del autismo. Es por esta razón que muchas personas dentro de la comunidad consideran que ya no debe ser utilizado, pues no somos seres incompletos ni somos un “rompecabezas” que necesite ser resuelto o curado, somos individuos que debemos ser aceptados y apoyados como parte de la diversidad. No podemos pasar por alto que Autism Speaks ha sido objeto de controversia debido a su enfoque en la “cura del autismo” y su falta de inclusión de las personas autistas en la toma de decisiones y en la creación de políticas. Cabe mencionar que actualmente tienen una alianza con la Fundación Slim. Muchas personas autistas han criticado a Autism Speaks por promover el autismo como una enfermedad que necesita ser curada, en lugar de aceptar la diversidad y apoyar a las personas autistas en su camino hacia la autonomía y la felicidad. También se ha criticado a Autism Speaks por no incluir a personas autistas en su liderazgo y por no asignar suficientes fondos a programas y servicios directamente destinados a las personas autistas y sus familias. En contraposición, el símbolo del infinito de colores se popularizó como un símbolo más inclusivo y positivo para la comunidad autista. Se cree que el símbolo fue creado por primera vez por un niño autista llamado Alex Amelines, como parte de un concurso de diseño organizado por la National Autistic Society en el Reino Unido en 2007. El símbolo del infinito puede representar la perseverancia y la resistencia, ya que el autismo puede presentar muchos desafíos para quienes lo experimentan y para sus seres queridos. En general, el símbolo del infinito se ha adoptado como una forma de crear conciencia y mostrar apoyo a la comunidad autista. El símbolo del infinito representa la idea de que el autismo es infinitamente variable y diverso, y que cada persona autista es única en sus características y habilidades. Los colores representan la diversidad y la inclusión, y se dice que reflejan la idea de que el autismo es un espectro de habilidades y necesidades, y no un conjunto de características estereotipadas. El símbolo del infinito de colores se ha convertido en una alternativa popular frente al puzzle azul debido a su mensaje más inclusivo y positivo sobre el autismo. El infinito representa la idea de algo que no tiene límites ni fronteras, lo que se relaciona con la idea de que las personas con autismo pueden tener habilidades y pensamientos que van más allá de lo que se considera “normal”. El símbolo del infinito se puede interpretar como dos lazos entrelazados que forman una figura continua, lo que representa la conexión y la unión entre las personas autistas.
Además de ver esta gran marea azul, vi solo representación autista por parte de niños y, en caso de que hubiera adultos, no nos reconocíamos. Esto es muy relevante porque también existimos. La gran mayoría de los asistentes eran madres, padres, hermanos, tías, tíos, abuelos y abuelas. También se veían representantes de asociaciones que “atienden el autismo”, como el Centro Autismo Teletón (el mismo que puso a mi hijo en una lista de espera de al menos 2 años y me cobra sesiones por encima de los $1,000). Apache Autismo también estaba presente (quienes en realidad fueron los que coordinaron el evento, pero de eso hablaré más adelante). Igualmente, estaban presentes Crea tu mundo, Fundación Taiyari, Fundación Sonora Reflejo, Capypee, Auteatic y al menos un par más de asociaciones cuyo nombre no recuerdo. Es decir, era una caminata “por y a favor de las personas autistas”, pero con poca representación autista.
En el mensaje que recibimos, donde se nos pedía utilizar una playera blanca, también se decía que se podían utilizar carteles con mensajes, y hasta hacían algunas recomendaciones. Al llegar al contingente, me percaté de que muy pocas personas llevaban carteles y que la mayoría de los que había eran de las instituciones que ya mencioné. Algunas personas llevaban lonas o playeras con “mensajes de amor”, como “Orgulloso tío” o “Los abuelos también amamos a nuestros nietos”. Incluso una frase bastante trillada que dicta: “Alguien con autismo me enseñó que el amor no necesita palabras” (este lo vi al menos 3 veces) y algunas frases similares que lo único que reflejaban, desde mi perspectiva como adulto autista, era un poco de egocentrismo por parte de los portadores de dichas consignas, como si lo importante fuera el sentimiento que tienen por sus familiares autistas y no la condición que nos atraviesa a las personas autistas. El texto que más recurrente vi fue “Tengo un (inserte parentesco) CON Autismo”, cuando la comunidad autista ha pedido que se nos llame autistas y no personas con autismo, ya que es algo inherente a nosotros y no se nos dará ni se nos quitará. La frase que más me incomodó la vi en una playera que decía: “Cada paso de mi hijo con autismo es un éxito como madre”, pues nuevamente era un reconocimiento a la labor maternal y no al proceso del autista.
Las marcas y los familiares se apoderaron del evento, dejando sin voz a aquellos que estamos dentro del espectro y quienes debemos ser escuchados. Yo llevaba 2 cartulinas en las manos; en una se podía leer “Necesitamos mejores servicios de salud y educación enfocados en los autistas” y en la otra “El autismo también se ve así” con una flecha hacia abajo señalándome, ya que la visibilización que se ha dado es hacia los niños autistas y hay muchos clichés al respecto, pero también existimos adultos autistas, adultos que trabajamos y hemos formado familias. Alguien que estaba cerca de mí mientras sostenía la segunda cartulina al frente dijo: “La importante es la otra”. No sé si estaba invisibilizando o minimizando mi situación o si estaba otorgando mayor relevancia a los servicios de salud y educativos. No vi quién fue, así que no pude preguntarle por qué hizo ese comentario.
Algo muy “curioso” que ocurrió antes de iniciar la caminata fue que una policía se acercó a mi cuñada preguntándole de qué se trataba el evento. Esto me hizo preguntarme si alguien dio aviso a las autoridades correspondientes o si se aprovechó el Ciclotón para simplemente caminar “por y a favor de las personas con autismo”. Mi cuñada dijo que ella creía que era un evento sobre el autismo, pero que también escuchó algo sobre el asperger, entonces era una marcha para niños con necesidades especiales. Aunque agradezco el gesto de habernos acompañado, es un ejemplo de la falta de conocimiento del tema por parte de los familiares de las personas autistas y la apropiación del movimiento por parte de ellos.
El recorrido terminó en la Estela de Luz (magna obra de FECAL, pero esa es otra historia), con un recorrido de poco más de 1 km. Finalmente, fuimos a recoger el carro y nos encontramos con una señora que cruzó un par de palabras con mi esposa y le comentó que previo a la pandemia, las marcas ponían stands a lo largo del recorrido y daban información relevante sobre el autismo, algo que este año no ocurrió.
¿Todo fue malo? Claro que no, la verdad es que como padre de una persona autista encuentras elementos muy emotivos dentro de esta manifestación. Antes de iniciar el recorrido, mi esposa pasó a un negocio para entrar al baño y se encontró con muchas mamás con hijos jaloneándose, algo que se vio de manera constante durante el evento, algo que a nosotros mismos nos pasó, pero a diferencia de otros días y lugares, nadie juzgó, nadie dijo “es que son unos berrinchudos”, nadie cuchicheó, y eso como padre es muy valioso. Incluso posterior a la caminata, cuando ya todos iban de regreso, vi un cartel que decía: “No es mala educación, es REGULACIÓN”. En medio de la marcha vi una playera que decía “El futuro es neurodivergente”, haciéndome pensar que los niños en la marcha serán adultos y, a diferencia de mi generación, que muchos fuimos diagnosticados en la edad adulta, ellos tendrán más y mejores herramientas al tener un diagnóstico temprano. Parte del contingente se atavió con batas blancas, pelucas y narices de payaso, cantando e invitando a los asistentes a unirse a su parafernalia, integrando a nuestros hijos (algo que no se ve todos los días, ni en todos los lugares). Ellos mismos, al final del recorrido, coreaban “Lo logramos, lo logramos, lo logramos…”, lo cual no implicaba solo el haber caminado apenas un poco más de 1 KM, sino el hacerlo con nuestros hijos. Simbólicamente sentías que cada paso que dabas con tus hijos era un avance para ellos, y aunque parezca poco, es de gran valía. Aunque, claro que estos elementos fueron muy emotivos, la verdad es que, además de mostrar una visión neurotípica, también es paternalista.
¡ES REGULACIÓN!”
Habiendo hablado de lo vivido durante la caminata, toca hablar de algunas agrupaciones: DOMUS Instituto de Autismo (quien creí en primera instancia eran los organizadores), así como de Iluminemos por el Autismo, Autismo CDMX y Apapache Autismo (quienes en realidad convocaron).
A) DOMUS Instituto de Autismo – En su sitio web podemos leer que, en 1978, un grupo de padres de niños con autismo y discapacidad intelectual participó en un proyecto de investigación desarrollado por la División de Estudios Superiores de la Facultad de Psicología de la UNAM, en el que se buscaba comprobar la efectividad de un modelo de intervención conocido como Achievement Place, el cual fue desarrollado por la Universidad de Kansas en Estados Unidos.
Al concluir la investigación, tres familias de ese proyecto se unieron para dar continuidad a la atención especializada que sus hijos recibían y es así como el 16 de mayo de 1980 unen sus esfuerzos y aportan lo necesario para constituir legalmente el Centro Educativo Domus A.C.
Aquí hay 3 cosas a tomar en consideración:
- Fueron 3 parejas (madre y padre) las que arrancaron el proyecto (Bruno y Gladis Alessi, Enrique y Consuelo Larrondo y Andrés y Judith Vaillard).
- En 1980 se constituyen como Asociación, el enfoque de intervención estaba basado en ABA (Análisis de la Conducta Aplicado), enfoque criticado por ser demasiado intensivo y centrado en la modificación de comportamientos, y que no siempre toma en cuenta las necesidades y preferencias individuales de la persona autista. Actualmente, dicen que tienen su propio método, pero no son claros en qué se basa.
- Tomando en cuenta que fueron constituidos en 1980, sus hijos rondan los 40 años y en ningún lado dice que estos ya formen parte de la dirección de los programas que ofrecen. En 2004 tuvieron los primeros alumnos del programa de integración educativa en el nivel secundaria, mientras que en 2010 tuvieron a los primeros alumnos del programa de integración educativa en el nivel preparatoria. Curiosamente, esos alumnos hoy también deben rondar al menos los 30 años, pero tampoco hay mención de que alguno de ellos sea partícipe en la fundación.
B) Iluminemos por el autismo – Además de lo evidente en el nombre de su sitio web que, como la mayoría de las marcas, sigue haciendo énfasis en el azul, tiene también sus puntos cuestionables.
- Además del azul en todo su sitio web, no solo en el nombre, siguen usando el símbolo del rompecabezas. Incluso tienen un “programa” para iluminar de azul edificios emblemáticos, como si darles luz a estos edificios fuese mejor que visibilizar a las personas dentro del espectro.
- Aunque se presenta un directorio del consejo directivo, no hay certeza de que alguna persona autista ostente algún cargo dentro de la organización.
- Asimismo, tienen una sección de socios, pero no se dice que estas marcas hayan sido hechas por las personas autistas ni si cuentan con personal dentro del espectro.
C) Autismo Ciudad de México – Es una especie de directorio de diversas “Organizaciones de la Sociedad Civil dedicadas a la concientización y apoyo a las personas que viven con el Trastorno del Espectro Autista”. Este sitio tampoco se salva de tener algunos puntos bastante cuestionables:
- Tienen un blog en el sitio web, así como una sección de testimonios y en una mirada rápida, muchos de estos textos son visiones de padres y madres (sí, neurotípicos).
- También prevalece el color azul en el sitio web y la pieza del rompecabezas.
- Aunque hay testimonios de personas autistas, tampoco se ve que haya alguien dentro del espectro que colabore de una manera más formal dentro de la página.
D) Apapache Autista – Otra página que busca visibilizar el autismo. En realidad, el sitio web es de reciente creación y en sus redes parece ser la más actualizada en algunos puntos, sin embargo, también encontré un par de puntos criticables.
- Es una organización creada por padres y, por supuesto, es necesario mencionar que su perspectiva sigue siendo neurotípica.
- En sus redes sociales, aunque ya usan el símbolo del infinito de colores, siguen usando la pieza del rompecabezas.
En resumen, los organizadores plantearon la manifestación desde una visión neurotípica y paternalista, sin dar voz a los autistas, a quienes dijeron que querían visibilizar. Esto me recuerda a los foros profeministas en los que todos los ponentes son hombres o a las manifestaciones contra el clasismo donde los asistentes son personas blancas privilegiadas.
Además de lo criticable de los organizadores, no vi la asistencia de medios, por lo que me pregunto: ¿de qué modo se visibiliza el autismo con este tipo de manifestaciones? Rascando en la web, solo encontré dos notas: la primera de 88.9 Noticias en la que apenas dedican unas líneas y la segunda de El Universal en la que se basan principalmente en testimonios de los padres.
El Día Mundial de Concientización sobre el Autismo es una fecha importante para generar conciencia y visibilización del trastorno del espectro autista. Sin embargo, es importante que se haga desde una perspectiva inclusiva y participativa, escuchando y visibilizando la voz de las personas autistas. En este sentido, es importante reflexionar sobre la efectividad de las manifestaciones y cómo se puede lograr una mayor visibilización del autismo en la sociedad.
Considero importante hablar un poco sobre mi experiencia como adulto autista y padre de un hijo autista, y para ello voy a recurrir a un texto que escribí poco después de haber recibido el diagnóstico de mi hijo, haciendo solo algunas correcciones debido al tiempo transcurrido. Aunque la consigna “Existimos porque resistimos” es usada generalmente en las manifestaciones feministas, hoy la quiero hacer propia por un momento. Tengo 39 años y el año pasado fui diagnosticado con “rasgos propios del síndrome de Asperger”. Antes de continuar, debo aclarar que mi mensaje no es un “a nosotros también nos pasa”, buscando minimizar la violencia sistemática que sufren las mujeres (si lanzo un mensaje equivocado en las siguientes líneas, pido disculpas por adelantado). Mi mensaje es para visibilizar dos cosas: 1) la discriminación hacia las personas con neurodivergencias y 2) la falta de atención y prevención en los casos de salud mental. La primera vez que escribí estas líneas estaba fresco el caso de Luz Raquel, mismo que dejó de manifiesto ambas cosas. Luz Raquel era agredida “por la condición de su hijo”, el Estado nunca la protegió a ella ni brindó apoyo al menor. Luz Raquel fue atacada por la intolerancia y por la complicidad de un estado fallido. Su hijo se quedó sin su cuidadora primaria y ahora, tanto el gobierno estatal como el municipal han posado frente a las cámaras para decir que Bruno será apoyado de manera vitalicia. Se quieren poner la capa de héroes, prometiendo algo que no está en sus manos, pues no siempre estarán las mismas personas a cargo de estos gobiernos.
Por su parte, AMLO hace lo que mejor le sale: culpar al neoliberalismo de todo mal. Ha pasado casi un año desde aquel fatídico caso y ni el gobierno federal, ni el estatal, ni el municipal han hablado de estrategias de seguridad para combatir y prevenir la violencia imperante en este país. Tampoco han hablado de programas que ayuden a las neurodivergencias. Es sabido que el sistema de salud público de este país está colapsado desde hace décadas, pero ningún gobierno ha hecho nada por cambiar las cosas. Se cambia el nombre a los programas sociales referentes a la salud, se lanzan campañas informativas, se arranca la edificación de centros de salud que nunca se terminan, se prometen infinidad de cosas… pero, al final, la solución siempre es lanzar un mensaje de “prevención” a la población. ¿Cómo prevenimos el autismo? Ni siquiera hay programas de apoyo ni de detección temprana, y los centros académicos destinados a las discapacidades son insuficientes y, en la mayoría de los casos, ineficientes. Al no haber apoyos públicos, uno recurre a particulares, pero en el camino te topas con muchos charlatanes y demasiada discriminación. Mi diagnóstico fue debido al seguimiento de mi hijo, un pequeño que a los 2 años aún no dejaba el pañal y el desarrollo de su lenguaje era demasiado lento. Su pediatra nunca le mandó a realizar ningún estudio. Por su parte, nuestro psicólogo nos recomendaba algunos tips y que esperáramos a los 3 años para empezar la terapia de lenguaje. Muchas personas calificaban a mi hijo de voluntarioso (incluso una especialista que nunca lo vio, pero conocía nuestra situación), berrinchudo, chillón, loco (por favor, nunca usen ese término para referirse a un niño), mal portado, consentido… y un gran etcétera. Incluso al tener el primer diagnóstico (retraso en el neurodesarrollo debido a espigas epileptiformes), las etiquetas seguían y seguían. En los “mejores” casos, nos decían que “así era mi hijo, tardó en hablar, pero ya es ‘normal'”. También nos hemos topado con la recomendación de cambiar la dieta (incluyendo dióxido de cloro) para “curar” a nuestro hijo. Incluso hubo “chamanes” que decían que las actitudes de mi hijo se debían a que me faltaba “energía masculina”.
Es importante señalar que desde el año y medio aproximadamente iba a una estimulación temprana y la maestra decía que el niño tenía autismo (aunque lo hacía en frente de todos, sin sustento más allá de su observación y, por ende, mi esposa lo veía como una grosería y vil discriminación, por lo que se optó por cambiarlo de escuelita). A los 3 años inició con una terapeuta de lenguaje, quien nos canalizó con una especialista de neurodesarrollo y una pediatra. La pediatra mencionó la posibilidad del autismo y nos remitió a un neurólogo, quien diagnosticó las espigas y descartó el autismo. Al mismo tiempo que comenzaron estos procesos terapéuticos, surgió la contingencia por COVID-19, lo que en su momento afectó la frecuencia de las sesiones. Han pasado poco más de 3 años de terapias, estudios, medicamentos, tareas y muchas otras acciones en favor de mi hijo, pero hasta ahora, el apoyo gubernamental ha sido casi nulo. Actualmente, también asiste a estimulación temprana, pero se encuentra con niños más pequeños que él. Abriendo un paréntesis acerca de mi caso, desde la secundaria creí tener algo (los estereotipos televisivos me hacían creer que era “autismo funcional”). Luego, TikTok y su algoritmo me presentaron cuentas de personas autistas con las que me sentía identificado. En un vídeo me apareció la prueba RAADS-R, la cual realicé para escribir brevemente sobre el Día Mundial del Autismo (2 de abril) en este mismo espacio. Mi puntaje indicaba que estaba dentro del espectro autista. Poco después, tuvimos una cita con el neurólogo de mi hijo, quien ya no descartó la posibilidad de que yo también fuera autista. Le conté sobre mi “prueba casera” y salí desconsolado del consultorio, pensando en la posibilidad de que mi hijo hubiera heredado mi trastorno (me cuestioné si hubiera tenido descendencia de haber sabido sobre mi condición antes). Comencé a buscar dónde podría hacerme un diagnóstico con algún especialista y descubrí que en el sector público hay pocas opciones, y si hablamos de la adultez, las opciones se reducen a cero. Contacté a algunas instituciones que encontré en línea y solo recibí respuesta del CISAC Autismo, al cual acudí.
En el CISAC fui atendido por la directora, quien me realizó las preguntas más difíciles de mi vida. Removió varios recuerdos, algunos de los cuales me dolieron mucho, pero me ayudó a comprender que no era “raro”, sino que simplemente funcionaba de manera diferente. Hasta ahora, he logrado controlar varias manías y disimular ciertas actitudes, lo que me permite interactuar con el mundo como una persona “normal”. Sin embargo, la doctora me hizo saber que, si hubiera llegado a su consultorio en la adolescencia o la niñez, habría sido diagnosticado dentro del Espectro Autista, aunque en ese momento solo mostraba “rasgos”. Un mes después, llevé a mi hijo, quien sí recibió un diagnóstico dentro del Espectro. Este segundo diagnóstico lo recibí el Día del Padre, y a pesar de todo, lo consideré algo positivo, ya que la especialista fue enfática al decirnos que, con trabajo, mi hijo podría alcanzar la autosuficiencia. Además, rematé llevando a mi hija, que en ese entonces tenía 14 años, a realizar su prueba COMIPEMS. Días antes de escribir estas líneas por primera vez, teníamos una cita con el neurólogo, pero dio positivo en COVID, así que se aplazó la cita. No sabíamos si cambiarían el medicamento o cuáles serían los efectos en la conducta del niño en caso de un ajuste. Lo que sí sabíamos es que el camino no sería fácil de ninguna manera. Aunque nuestro hijo está recibiendo una atención “integral”, la realidad es que se está yendo a diferentes lugares porque en México no hay instancias que se especialicen en este tipo de trastornos. Hemos buscado apoyo gubernamental, pero no nos lo ponen fácil.
En la CDMX existe la tarjeta incluyente para apoyar estos casos, pero… sí, con el gobierno siempre hay peros… en la institución que tramita la constancia de discapacidad no realizan el trámite de la tarjeta; eso se hace en la ventanilla única de discapacidad. Ingresamos al sistema y nos pide la documentación, sin embargo, no nos deja subir la constancia de discapacidad. (Al llamar a Locatel, nos dijeron que era por mi navegador, así que lo intenté con varios navegadores y aun así no pude. Hasta que me dijeron que la subieran donde la habían realizado y fuimos, pero la doctora estaba de vacaciones). Ingresamos a otro programa, pero nos daban respuesta en 3 o 4 meses. El Centro Autismo Teletón nos mandó a una lista de espera de 2 a 4 años. Afortunadamente, a fines de 2022 logramos tramitar la tarjeta de discapacidad de la CDMX.
El papá de mi esposa y una de mis hermanas nos han brindado apoyo económico para librar algunos de los gastos derivados de la situación de nuestro hijo. Cabe recalcar que nuestros ingresos no son bajos como los de gran parte de la población mexicana, pero de igual modo son insuficientes para nuestro contexto. No solo es la atención que nuestro hijo autista requiere, sino que también nosotros asistimos a terapia psicológica y mi hija adolescente hace lo propio, además de recibir seguimiento con una nutrióloga. Por si esto fuera poco, antes de que este carrusel arrancara y sin tener el diagnóstico de nuestro hijo, decidimos tener otro hijo, el cual no presenta ningún tipo de situación, pero debido a su edad (2 años) requiere cuidados.
Muchos de los que me conocen en los últimos años dicen que no se nota que yo tenga algo, pero es importante que lo señale porque EXISTIMOS y por ello RESISTIMOS. Es importante visibilizarnos, señalar al mundo que aquí estamos y que el sistema no nos favorece en nada. Tuve suerte de que las condiciones que se dieron a mi alrededor se combinaran para hacerme sobrevivir, pero fue como sacarme la lotería (pocos tuvieron la misma fortuna que yo). Mi hijo es afortunado porque de un modo u otro se han dado los medios para sus terapias, además de tener un abuelo y una tía que nos han brindado ayuda económica para sacarlo adelante, pero esa no es la realidad de la mayoría de los casos. Mi esposa ha deseado morir porque, a pesar de la terapia, es muy difícil sobrellevar una situación como la nuestra. Yo me llegué a sentir culpable por la cuestión genética. Mi hija mayor ha querido ayudar, pero no tiene idea de cómo hacerlo. Nuestro hijo menor se topó con dos padres un tanto cansados. Es necesario alzar la mano, decirle al mundo que aquí estamos y que tanto nosotros como nuestras familias somos discriminados por un sistema que deja la salud mental en segundo plano. #NoSoloEsGael (mi hijo), también es Bruno (hijo de Luz Raquel) y aproximadamente 6 mil personas que nacen cada año con esta condición. Resistimos porque existimos, pero no podemos hacerlo solos.
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